Día XXI. Los amigos del Cielo

Día XXI. Los amigos del Cielo

Este es el último día de estos 22 que llevamos de trabajo en conjunto para conectarnos con los seres de luz, a través de los Códigos Sagrados.

Ha sido para mí un honor tener a tantas personas que me han escrito preguntándome acerca de temas fascinantes, opinando sobre la calidad del blog, haciendo sugerencias amorosas y sobre todo, dándome mas pautas para el contenido.

Hoy voy a cerrar el día hablándote de los amigos del Cielo.

La física cuántica nos ha demostrado que solamente podemos conocer el 0,00001% de lo que nos rodea. Los seres de luz están en ese fascinante y desconocido mundo que es para nosotros el 99,99999% del Universo. Una vez comenzamos la conexión con ellos encontramos muchísimas coincidencias, magia, luces, olores, sonidos, imágenes y sobre todo milagros que vienen del más allá.

San Agustín solía decir que los milagros no existen, sino que nosotros desconocemos las leyes del universo. Y creo que es cierto, los seres de luz si tienen esas leyes claras, y creo que por eso es que llegan a nuestras vidas para mostrarnos que nos aman, que están pendientes de nosotros, que quieren ayudarnos en todo nuestro tránsito por este planeta, que quieren que ascendamos a la quinta dimensión (por lo menos) y que ellos no pueden trabajar con nosotros si no se los hemos pedido porque siempre van a respetar nuestro libre albedrío.

Por eso sus mensajes siempre son de alegría, unidad, amor, perdón,  gratitud, abundancia, positivismo, entusiasmo. Porque si los aplicamos en la vida, aun cuando no entendamos el porqué, atraemos la mejor de las vibraciones y empezamos a vivir en un estado de libertad y de buena vibra, que todo lo que le pidamos a Dios nos lo concederá.

El Maestro Ascendido Jesús, el de más alta vibración que haya venido a este planeta, nos dejó dicho en el Sermón del Monte (San Mateo – Nuevo Testamento) que pidamos y nos va a ser dado, que busquemos y encontraremos y que llamemos y se nos abrirá.

 Todo esto, pedir para recibir, buscar para encontrar y llamar para que nos atiendan, lo podemos hacer con toda nuestra intención, con todas las formas de orar que hay para nosotros. Hay quienes oran arrodillados hacia la Meca, otros en flor de loto, de rodillas, bailando o pegados al muro de las lamentaciones. Hay otros que hemos tomado una forma más moderna y fácil de orar: los códigos sagrados. Todos los métodos que utilicemos para llegar a conectarnos con el Cielo, el Gran Espíritu y sus seres de luz son maravillosas.

Lo importante es que nos conectemos, con toda la intención de conectarnos con los Seres de Luz, que nos tomemos en serio la creación de nuestra vida.

Hay que pedir, hay que conectarse. No nos sirve de nada dejar  que sea lo que “Dios quiera”. El siempre quiere lo mejor para nosotros, debemos pedirlo porque el respeta nuestro libre albedrío. Si no pedimos no nos lo da. Toca ponerse las pilas a pedir. Y podemos pedir todo el tiempo y  todo lo que necesitemos.

Hoy una persona me dijo que sabía que los códigos sagrados funcionaban, que le habían sido de gran bendición en todas las áreas de su vida, pero que sólo pedía  cuando era necesario. ¡Se imaginan! ¿Que sea la mente de uno la que limita lo que Dios le quiere dar? Creo que es mejor uno pedir y que Dios decida si nos conviene o no. ¿cierto? 

Debemos conectarnos con el Cielo. Nuestra buena vida depende de ello. El principio fundamental del estudio de la Káballah judía es  “la esencia del caos es la desconexión”. Y es cierto. Cada vez que logramos conectarnos con ese mundo lleno de seres de luz que no vemos, nuestra alma se llena de felicidad y nos acordamos de dónde y para qué venimos. Creo realmente que vale la pena esforzarse. Cuando no estamos conectados nuestra vida puede llegar a ser miserable.

 Te voy a contar una historia personal: hace unos años, en una cena, llegó el espíritu desencarnado de una persona a quien aprecié mucho. Yo estaba sentada con su viuda y sus dos hijos. Tuve la oportunidad de servir de canal de comunicación entre él y ellos, cosa que raramente hago porque no me gusta molestar a los seres del mas allá, pero fue él quien me pidió ayuda.

Dentro de una larga y hermosa conversación que sostuvieron, sus hijos le preguntaron con quién estaba en el Cielo y el contestó que con su hermano Eduardo. A mi me sorprendió mucho porque Eduardo era el nombre del espíritu que estaba canalizando, pero ninguno de sus parientes pareció sorprenderse. Y el luego, Eduardo añadió que estaba también con San Judas Tadeo.

 Al terminar la canalización, le pregunté a sus hijos por estos dos nombres, y ellos me comentaron divertidos que antes de que Eduardo naciera, había muerto otro hijo de sus padres que se llamaba Eduardo.  Y lo más sorprendente es que Eduardo, en vida, muchos años atrás, había hecho una peregrinación a la iglesia de San Judas Tadeo para pedirle que lo sanara de cáncer, y se sanó, de tal forma que vivió casi 10 años más. Se había hecho amigo de San Judas Tadeo y estaba con él en el Cielo.

Esta historia para mi fue todo un aprendizaje. Me dio mucha emoción saber que desde la Tierra podemos hacer amigos en el más allá, y cuando lleguemos allá nos van a estar esperando y nos van a hacer compañía. En ese momento decidí que iba a escoger a mis amigos favoritos en el Cielo aprovechando mi tiempo en este planeta.  Siento que tengo una larga lista de seres de luz que me acompañan gracias a que les hablo y pido con intención a ellos y a Dios.

En el Universo infinito hay mirriadas de seres de luz que nos quieren ayudar, a quienes, como hemos venido estudiando, nos podemos conectar  para que nos den su guía y apoyo.  Muchos de ellos tienen especialidades: finanzas, salud, amor, relaciones, espiritualidad, etc. , y nosotros no lo sabemos. Así que creo que sería muy útil escribir un directorio de amigos celestiales, en el que estudiemos quién es quién en el Cielo y sepamos cómo nos pueden ayudar. Me voy a poner en la tarea.

 Espero que te haya gustado este camino de 21 días. Y que te haya conectado con los Seres de Luz a través de los Códigos Sagrados.

 Un abrazo de luz.

 Mejor y mejor,


Diana

 

Diana Cerón-Otoya